Tenemos la suerte de vivir en una época fabulosa de la historia de la humanidad. Además de estar más lejos que nunca de la apoteosis o cataclismo final, disfrutamos de un sistema basado en la tolerancia y la libertad individual como ninguna otra generación anterior había conocido. Desde que allá por mayo del sesenta y ocho del siglo pasado, Dany El Rojo y sus amigos escribieron en las paredes de París aquel famoso lema de “Prohibido prohibir”, todo ha ido sobre ruedas. Una maravilla.
Y, claro, ustedes y yo nos lo creemos. Nuestra distracción preferida es chuparnos el dedo. Y en los ratos libres, cantar eso de “vamos a contar mentiras, tralará”.
Volviendo a la cruda realidad, les confesaré que he empleado un tiempo que no voy a precisar (para que no se rían de mí) en averiguar cuál era la magnitud de las prohibiciones vigentes a lo largo de los diversos períodos de la historia, y la tétrica conclusión ha sido que a día de hoy ganamos por goleada. A ver, es verdad que ha habido épocas en que te podías dar por finiquitado si hacías o decías determinada cosa, y que en eso hemos mejorado sustancialmente, al menos en el mundo occidental. Pero aun en esos tiempos tremebundos, lo vedado eran cosas muy concretas y conocidas por todos, lo que excluía cualquier tipo de confusión y favorecía sortear la prohibición mediante imaginativas artimañas, de esas que favorecen el desarrollo intelectual, aunque a veces acabasen dando con el listillo en la hoguera. Pero, salvando ese mínimo inconveniente, lo que hacías o dejabas de hacer en tu rutina cotidiana estaba sujeto a una reglamentación y supervisión muy inferior a la actual. Nadie se había molestado en ello, créanme.
Lo de ahora es otra cosa. Tengo la intuición de que se ha alcanzado la definitiva conclusión de que el ser humano es una creación bastante desastrosa y además incorregible por naturaleza, hipótesis que justificaría la necesidad de atarlo corto, marcarle con claridad los parámetros que deben regir su comportamiento y no dejar ningún fleco suelto, no vaya a ser que se nos estropee el invento. Y así va el invento, cada vez más perjudicado.
A mí lo que me deja bastante pasmado es la pasividad con la que la masa social actual acepta esa sobredosis de directrices y prohibiciones. Como si la vuelta colectiva a la infancia que, en la práctica, supone tan detallado muestrario de lo que es correcto y lo que es incorrecto, fuera un mal menor de obligada asunción. O incluso no tuviera nada de malo.
Por mi parte, me muevo entre tal estupor y la pura y dura resignación. Aunque hay una particularidad de este nuevo signo de los tiempos que me parece ya directamente una crueldad intolerable. Como decía, durante ese último medio siglo que abarca mi vida más o menos consciente, el catálogo de las prohibiciones (legales, consuetudinarias o morales) se ha incrementado de forma exponencial. Pero ello ha acontecido de forma lenta y goteada, como si los anónimos cerebros grises de nuestra conversión en ursulinas lo hubieran querido ejecutar de modo que pasase inadvertido. Y miren, a mi edad ya no estoy para tonterías. Y teniendo en cuenta que nada me hace pensar que esa lluvia fina vaya a cesar en los próximos tiempos, yo sería partidario de que nos comuniquen sin más demora y de forma conjunta el paquete de nuevas prohibiciones previsto, por ejemplo, para los próximos treinta años, de tal forma que lo pueda asumir del tirón y no tenga que aguantar más sorpresas durante el resto de mi existencia.
Para facilitar el trance, he tomado la iniciativa de preparar un borrador de texto legal conteniendo aquellas medidas que intuyo acabarán siendo impuestas, del cual he remitido una copia a la autoridad administrativa competente, con ese ruego de que las pongan en marcha sin más dilación. Les haría partícipes a ustedes de su contenido, pero me temo que no puede ser aquí, ya que el texto abarca exactamente tres mil ochocientas veintinueve páginas. Si acaso, como he ordenado las disposiciones por subepígrafes correlativos a los distintos ámbitos de la actividad humana, y los últimos son los de mayor relevancia práctica, les puedo transcribir éstos para que se vayan haciendo a la idea. Aquí los tienen:
Libro VII. Título 29. Capítulo 32. Movimientos geográficos.
Artículo 19.834.- Queda prohibido realizar viajes en avión, barcos motorizados, ferrocarril ni vehículos de cuatro ruedas en general, por ser altamente contaminantes, sin que se toleren tampoco los de propulsión eléctrica, ya que para fabricar las baterías se perjudica el medio ambiente igual o más.
Artículo 19.835.- Queda prohibido desplazarse en barcos de vela o remos, ya que, además de perturbar la tranquilidad de las especies marinas, sus ocupantes acaban arrojando desperdicios al mar y la hemos liado igual.
Artículo 19.386.- Queda prohibido circular en motocicletas, bicicletas, patinetes y similares, al ser habitual causa de traumatismos cráneo-encefálicos.
Artículo 19.837.- Queda prohibido realizar trayectos de cualquier extensión subidos a lomos de caballos, burros, dromedarios o cualquier otro tipo de animal que lo permita, por suponer una humillación y mal trato evidente hacia la fauna, incompatible con la dignidad de la que son merecedores.
Artículo 19.838.- Queda prohibido ir de un lado a otro, andando o corriendo, más de diez kilómetros, al ser un hecho constatado que los trayectos superiores a esa distancia son fuente directa de toda clase de problemas para la salud (lipotimias, infartos, artritis reumatoide, etc,). Y, además, los caminantes suelen arrojar desperdicios en las cunetas y son potenciales propagadores de enfermedades endémicas en sus lugares de origen.
Libro VII. Título 29. Capítulo 33. Conductas sexuales.
Artículo 19.389.- Queda prohibido mantener actos sexuales con otros humanos, a fin de evitar la transmisión de enfermedades vergonzantes y prevenir conductas inadmisibles de dominación psicológica entre unos y otros participantes.
Artículo 19.390.- Quedan prohibidos los actos de autoerotismo (onanismos en general), al poder fomentar su práctica la ulterior contravención del precepto que antecede. Además, se ha comprobado que suelen conllevar incrementos de la tensión arterial que, aun pasajeros, pueden resultar también nocivos para la salud.
Libro VII. Título 29. Capítulo 34. Alimentación.
Artículo 19.391.- Queda prohibida la ingesta de carne, a fin de evitar el sufrimiento animal y prevenir la aparición de enfermedades cardiovasculares.
Artículo 19.392.- Queda prohibido el consumo de pescado y similares, a fin de evitar la extinción de especies marinas en riesgo, reducir la contaminación del medio acuático y los accidentes laborales en barcos pesqueros.
Artículo 19.393.- Queda prohibido comer hortalizas, legumbres, verduras, frutas y productos vegetales en general, a fin de poner remedio a la sobreexplotación de los campos, evitar el uso de pesticidas y otros contaminantes, así como prevenir la posible contravención de la normativa de riesgos laborales en el sector agrario.
Artículo 19.394.- Queda prohibido el consumo de bayas silvestres y toda clase de hongos, setas y demás integrantes del reino fungi, ante el riesgo de toxicidad y/o alteración de los estados de conciencia derivados de su ingesta.
Artículo 19.395.- Queda también prohibido comer algas, insectos, protozoos y cualquier otro ser vivo o inanimado susceptible de ser empleado como alimento, ya que ante la prohibición de devorar cualquier otra cosa, las especies permitidas serían sin duda diezmadas en breve espacio de tiempo.
Libro VII. Título 29. Capítulo 35. Hidratación.
Artículo 19.396.- Queda prohibida la ingesta de bebidas alcohólicas, por resultar dañinas para la salud en general y alterar el debido entendimiento de sus degustadores.
Artículo 19.397.- Queda prohibido el consumo de bebidas carbonatadas, por incluir en su composición productos igualmente nocivos para la salud, tales como edulcorantes, acidulantes, colorantes, conservantes y demás aberraciones similares.
Artículo 19.398.- Queda prohibida la ingesta de zumos de frutas y demás vegetales, ya que si no está permitido que se coman, no tendría sentido que pudieran beberse.
Artículo 13.399.- Queda prohibido tomar café, té y productos similares, por resultar excitantes y ser aconsejable vivir lo más relajado posible.
Artículo 13.400.- Queda prohibido beber agua, al tratarse de un bien escaso y cuya buena gestión resulta indispensable, careciendo de justificación su consumo por el ser humano, que al final acaba excretándola en su mayor parte, con el riesgo medio-ambiental inherente.
Libro VII. Título 29. Capítulo 36. Respiración.
Artículo 13.401.- Queda prohibida con carácter general, salvo en caso de ahogo inminente, ante la necesidad de controlar de forma eficiente la emisión de dióxido de carbono a la atmósfera.
No les digo más. Vayan preparándose.
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Pues yo estoy de acuerdo con algunas de las prohibiciones. ¡Qué buenísimas ideas!